El sueño

Y llega el día en que todo cambia; el día en que tengo la necesidad de vestir íntegramente de color blanco, necesito sentir su inmaculada pureza. Es, en definitiva lo más parecido a renacer. El estado de todos mis sentidos en plena armonía. La velocidad de procesamiento de la información sobre pasado, presente y futuro de forma clara y nítida. Un sueño, y nada será nunca más igual…

EL SUEÑO

Huyo rápidamente, mi perra corre delante. Con el gesto y la mirada rápida me indica como deshacerme de los policías que intentan pararme. Piso fuerte el acelerador, ella sigue delante mío; a más velocidad. De repente la carretera se termina ante un muro de contención de una riera; no consigo sacármelos de encima. La perra gira bruscamente a la izquierda, la sigo; hacerlo es salvarme. Con un golpe fuerte de volante -que me hace tambalear- y golpeando duramente contra los muros de contención de la riera, los árboles y el mobiliario público, freno con fuerza, el coche derrapa y se orienta hacia unos callejones oscuros, polvorientos y estrechos.

Salto del vehículo y corro sin mirar atrás, la perra ya no está. Me doy cuenta de repente que me rodean frágiles chabolas con personas con aire espectral. Salto de tejado en tejado; son de lona. Salto de lona en lona para que no me atrapen. No consigo sacármelos de encima y noto que cada vez los tengo más cerca. La sensación es que todo se acaba, es mi fin, la angustia me invade.

Mientras salto y salto desesperadamente, de repente, veo un gran muro de hormigón con una puerta negra, metálica muy bien pintada de dimensiones considerables. Visualizo la manecita y la cerradura; pienso, ¡ no tengo la llave! ¡ Se ha acabado! De nuevo la misma sensación profunda de antes, es el final, pero la intuición me dice ¡ que la puerta esta abierta! Salto, cojo la manecita con la mano y abro la puerta. Entro y me encuentro al otro lado del muro.

¡Cierro la puerta y respiro profundamente! Los he dejado atrás, en su submundo. Inspiro y expiro aliviado. Miro por todas partes, me doy cuenta que me encuentro dentro de un cajón de hormigón semioscuro, es más oscuro a la izquierda que a la derecha. Sigo hacia la derecha. Corriendo, corriendo, siempre corriendo…

Accedo a las instalaciones de una escuela abandonada, no hay nadie; solo el mobiliario. Hay bastante luz. Corro por todos las estancias desesperadamente hasta que llego a una sala medianamente pequeña donde una de las ventanas está medio abierta; ¡al exterior un fuerte viento crea un ambiente de abandono total! El golpeo de la ventana permite la entrada de ráfagas de viento que remueven los papeles del suelo formando una espiral de polvo, tierra y hojas secas y decrépitas, creando una sensación de desorden absoluto. Observo un cuadro eléctrico en una pared; momento de absurdo y de tranquilidad a la vez -son décimas de segundo-. Me viene al pensamiento haber encontrado por fin un lugar donde poder trabajar, me siento feliz…

Este pensamiento ¡se desvanece tan deprisa cómo ha venido! Vuelvo a correr y retorno a toda velocidad resiguiendo el camino que he hecho hasta el punto de inicio. Me encuentro otra vez en la puerta metálica del muro. Me paro, esta vez miro hacia la izquierda y veo una franja de luz rectangular al final del cajón. La luz me atrae, sus colores predominantes son de unos tonos intensos traslúcidos, verdes, amarillos, de una belleza indescriptible.

Corro, salto, traspaso la luz y me encuentro desplazándome entremedio de árboles y de vegetación baja exuberante; vuelo en sentido descendente a tres metros de altura.


Ahora por fin me siento feliz y LIBRE!

Junio de 2017, Barcelona

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